ASALTO A LA ESMERALDA, COMBATE NAVAL DE VALPARAÍSO

A fines de abril de 1818, mientras el Gobierno del General Bernardo O’Higgins Riquelme centraba sus esfuerzos en la formación de la Primera Escuadra Nacional, la bahía de Valparaíso era bloqueada por las naves de guerra españolas “Pezuela” y “Esmeralda”, encontrándose normalmente con la fragata inglesa «Amphion», que acostumbraba a salir periódicamente a la mar y ponerse al habla con las naves bloqueadoras para atender reclamos relacionados con el comercio.

Con el objeto de sorprender a la “Esmeralda”, se ideó un plan consistente en camuflar a la fragata «Lautaro», para parecerse a la «Amphion» y, de manera sorpresiva, caer sobre la nave enemiga. El domingo 26 de abril, a las 14.00 horas, salió de la bahía la «Lautaro», al mando de Jorge O’Brien. Al pasar por Punta Ángeles, izó bandera y gallardete inglés.

Al rayar el alba del día siguiente, el capitán O’Brien divisó los faroles de la «Esmeralda», a través de una densa neblina. Preparado para el combate, a las 7.00 horas de la mañana, ordenó gobernar sobre el navío adversario, embistiéndolo y disparando tres descargas sucesivas, mientras cambiaba la bandera inglesa por el pabellón nacional. La nave enemiga, totalmente engañada, creyó siempre que la nave que se aproximaba era la inglesa «Amphion».

Cuando ambos acortaron la distancia, el Comandante español Luis Coig alcanzó a gritar con voz potente; «Ea, ese barco se nos viene encima!«. O’Brien, dirigió personalmente el abordaje acompañado por 25 hombres, procediendo de inmediato a arriar el pabellón español, mientras su tripulación, totalmente desconcertada, abandonaba la cubierta principal, quedando en posesión del buque. Lamentablemente, un marinero español agazapado en una escotilla disparó un certero tiro al Capitán O’Brien, que le atravesó el pecho y lo derribó exánime en cubierta. Antes de morir, alcanzó a murmurar: «No la abandonéis muchachos, la fragata es nuestra».

Un golpe de mar separó ambos buques, y el segundo comandante de la «Lautaro», teniente Turner, al ver que la nave española había arriado su pabellón, la consideró rendida y se limitó a despachar una embarcación con 18 hombres a cargo de un oficial para reforzar el grupo de abordaje y asegurar la presa. Lamentablemente, para la causa patriota, la tripulación de la “Esmeralda” se repuso de la sorpresa y logró rechazar a los abordadores.

Cuando regresó la «Lautaro» al puerto, con la triste noticia de la muerte de su comandante, remolcaba una presa. Se trataba del bergantín español «San Miguel», que viajaba de Talcahuano a El Callao con importantes y acaudalados pasajeros, que por su rescate cancelaron una elevada suma, aprovechada posteriormente para abonar lo adecuado por la compra de la fragata «Lautaro».

El combate tuvo alternativas de triunfo y derrota. El error de apreciación del teniente Turner, segundo en el mando de la «Lautaro», originó que la presa se escapara. Sin embargo, fue nuevamente atacada con artillería ocasionándole daños de consideración que obligaron al buque a retirarse a Talcahuano. Sólo se había logrado romper el bloqueo de Valparaíso, que era una de las finalidades de la operación.