BATALLA DE TACNA

Se produjo durante la guerra del Pacífico, la cual enfrentó a Chile contra Perú y Bolivia entre los años de 1879 y de 1884, específicamente en la tercera campaña, denominada de Tacna y Arica (la primera es la Marítima y la segunda la de Tarapacá).

Esta nueva etapa se inicia con dos importantes cambios en ambos bandos. En el caso chileno sobrevino la muerte del ministro de Guerra en Campaña don Rafael Sotomayor, reemplazado por el coronel de la Guardia Nacional José Francisco Vergara y, el cambio de General en jefe del Ejército de Operaciones del Norte, el general Erasmo Escala por el general Manuel Baquedano. Respecto a los aliados, el almirante Lizardo Montero (peruano) y el coronel Eleodoro Camacho (boliviano) quedan bajo la autoridad del presidente de Bolivia, el general Narciso Campero.

El general Campero decidió establecerse con sus tropas en un terreno situado en las inmediaciones de la ciudad de Tacna, el cual fue bautizado con la denominación de “Campo de la Alianza”, sobre una meseta prominente donde se ubicaron las líneas aliadas (izquierda, centro y derecha), las reservas, y la caballería. Frente a ella se extendía una llanura que debía ser atravesada por los chilenos a la descubierta.

El día 22 de mayo el general Baquedano hizo un reconocimiento del campo aliado. Tres días después, las fuerzas chilenas se pusieron en marcha y en la noche acamparon en el punto denominado Quebrada Honda. Informado de la situación, Campero decidió atacar al ejército chileno en la noche, para lo cual movilizó al ejército aliado en una operación que resultó fallida debido a la oscuridad. En consecuencia, solo se logró fatigar a las tropas aliadas, las cuales volvieron a su ubicación original, ocupando el ala izquierda el coronel Camacho, al centro el general Miguel Castro Pinto y el ala derecha el almirante Montero.

Las fuerzas chilenas, en su ala derecha, tenían las tropas del coronel Santiago Amengual, al centro el coronel Francisco Barceló, y en el ala izquierda el coronel Orozimbo Barbosa. Detrás de las divisiones de Amengual y Barceló se ubicó como reserva la 3ª división mandada por José Domingo Amunátegui. La artillería chilena se distribuyó detrás de todas estas divisiones, quedando la pesada más atrás y la de montaña más adelante; toda esta artillería correspondía al regimiento Nº 2, cuerpo que había sido formado especialmente por José Velásquez. También a la retaguardia quedó el cuartel general chileno y la correspondiente reserva.

La batalla comenzó con un duelo de artillería que duró cerca de una hora, desde la nueve, hasta las diez de la mañana, la que no tuvo mayor efecto. Las divisiones de Amengual y Barceló entraron en combate. Aunque lograron avanzar, sufrieron fuertes pérdidas, a lo que se sumaba la falta de municiones, por lo que hubieron de abandonar el terreno que habían conquistado. Por el lado aliado, todo el poder de fuego se concentró en la 1ª división, incorporando también Camacho sus reservas, y trayendo soldados y cuerpos tanto del centro como del ala derecha aliados. Cuando los jefes peruanos observaron la retirada de los chilenos, pensaron que la batalla estaba ganada y ordenaron la persecución, sin embargo, todavía no había entrado en acción la mayor parte del ejército chileno.

En vista de esta situación, tuvieron lugar dos hechos: primero, el coronel Pedro Lagos obtuvo la autorización del general Baquedano para que avanzara la división de Amunátegui, la cual se encontraba intacta; y, segundo, la caballería chilena, al mando de José Francisco Vergara y del comandante Yávar avanzó contra la artillería de Camacho. Esto no solo detuvo el avance, sino que además produjo la caída del ala izquierda y el centro aliado, poniendo en fuga su caballería y posterior derrota del ala derecha, la cual había movilizado efectivos en apoyo del centro. Eran cerca de las dos y media de la tarde cuando la batalla estaba ganada.

La 1ª, 2ª y 3ª divisiones chilenas perdieron en conjunto cerca del treinta por ciento de sus efectivos, entre muertos y heridos; por su parte, el botín de guerra fue numeroso.

La importancia de esta batalla radica en que se trata de un punto de inflexión en el transcurso de este conflicto, ya que se puede afirmar que, con este triunfo de parte de las fuerzas chilenas, se visualiza el hecho de que la guerra se va a ganar, además que, debido a la derrota, aunque se mantuvo la alianza entre peruanos y bolivianos, estos últimos dejaron de aportar contingentes militares para las acciones siguientes, recayendo el esfuerzo de guerra exclusivamente sobre el Perú. Finalmente, las autoridades chilenas comenzaron a cambiar el objetivo político de la guerra, ya que entendieron que esta conflagración sólo podría resolverse si las fuerzas nacionales alcanzaban el centro político de Perú, vale decir, su capital.