COMBATE NAVAL DE PAPUDO

Este glorioso hecho de armas tuvo lugar en el marco de la llamada Guerra contra España, que se desarrolló entre 1865 y 1866, y que se caracterizó por la notoria superioridad de fuerza y número de unidades navales hispanas, frente a la pequeña pero bien dirigida escuadra combinada de nuestro país y Perú. En este contexto, el 24 de noviembre recaló en Tongoy (actual región de Coquimbo), la corbeta «Esmeralda» al mando del Capitán de Fragata Juan Williams Rebolledo, quien fue informado de los movimientos enemigos: la fragata «Blanca» estaba relevando en el bloqueo de Coquimbo a la goleta «Virgen de Covadonga», ya que esta última zarparía a bloquear San Antonio.

Rápidamente, el Capitán Williams zarpó al sur para establecer una barrera entre Coquimbo y Valparaíso, a la espera del paso de cualquier transporte enemigo, lo cual dio sus frutos el día 26, a las siete de la mañana al avistar a la «Virgen de Covadonga». La «Esmeralda» se aproximó con bandera inglesa, sin mayor dificultad, debido a que el comandante de la goleta española, Luis Fery la confundió con una de las corbetas inglesas «Shearwater», «Colombina» o «Mutine”; pero considerando una sorpresa, tocó zafarrancho de combate, paró el andar de su buque y presentó su costado de estribor, esperó a la corbeta listo para romper el fuego.

A distancia apropiada, Williams Rebolledo ordenó cambiar el pabellón y rompió simultáneamente el fuego con toda la artillería de estribor, el que fue respondido por la nave hispana, iniciándose el combate, en el cual los artilleros chilenos resultaron ser mejores. La nave enemiga recibió varios impactos en el casco y arboladura, hasta que un certero proyectil detonó en su cañón de popa, dejando fuera de combate a los 14 hombres que lo servían.

Ante esta situación, la «Virgen de Covadonga» trató de escapar, pero ya era tarde. La «Esmeralda» seguía sus aguas desde muy cerca, disparando con su cañón de proa, lo que llevó al enemigo a largar un calabrote para enredar las hélices chilenas, que logró ser esquivado oportunamente con rápida evolución de la corbeta. Sin más recursos, el comandante Fery optó por rendirse y así se lo comunicó a viva voz al Capitán Williams Rebolledo, quién luego de someter a la goleta, mandó a Manuel Thomson Porto Mariño a tomar posesión de ella, llevando tripulación chilena para amarinarla.

Una vez al mando, Thomson dispuso revisar las válvulas de fondo, descubriendo que ya había cuatro pies de agua en las bodegas y en el departamento de calderas el nivel casi llegaba a los fogones. Gracias al arduo trabajo de los ingenieros chilenos el buque quedó en condiciones de navegar a puerto a efectuar reparaciones mayores.

Los prisioneros fueron el comandante Fery, seis oficiales y 110 tripulantes. Entre los españoles hubo dos muertos y catorce heridos, mientras que en la nave chileno no hubo bajas.

Pese a la abismante y desproporcionada debilidad chilena en el mar, se había desarrollado una exitosa acción ofensiva contra una unidad de guerra española, que resultó capturada y pasó a engrosar nuestra pequeña Escuadra, como su tercer buque. Este hecho significó tal humillación para el Almirante José Manuel Pareja, al mando de la escuadra enemiga, que lo llevó a quitarse la vida días después.