TOMA DE LA FRAGATA MARÍA ISABEL

Al conocerse en España las noticias de Chile, que informaban sobre el triunfo en la Batalla de Maipú, 05 de abril de 1818, y el establecimiento de un Gobierno separatista, el Rey Fernando VII, ordenó la organización de una expedición marítima, que llevaría refuerzos a las fuerzas realistas, las cuales se mantenían en la zona sur de Chile. De esta manera, el 21 de mayo de 1818, zarpó desde Cádiz un convoy de 11 transportes, escoltados por la fragata «Reina María Isabel», que conducía una fuerza expedicionaria de 2.080 soldados, destinada a poner término al movimiento emancipador chileno.

Durante la travesía en el Atlántico, se amotinó la tripulación de un transporte, que tomó el control de la nave, haciéndola recalar el 16 de agosto en Buenos Aires, con la novedad de esta grave amenaza sobre Chile. El ministro chileno en Argentina despachó urgentemente un emisario a Santiago, quien entregó esta información al gobierno chileno nueve días después.

Recibida la anterior información en Chile, sus autoridades apresuraron los trabajos de alistamiento de las naves, con el objetivo de que éstas zarparan a la brevedad, para interceptarlo e impedir el desembarco en el sur del país. Esta fuerza constituiría la Primera Escuadra Nacional, que fue puesta al mando del Capitán de Primera Clase, equivalente al grado de Capitán de Navío, Manuel Blanco Encalada. Su condición de oficial de artillería produjo cierto rechazo de parte de los oficiales navales extranjeros e, incluso, generó algunas deserciones.

Blanco Encalada, con el apoyo del Ministro de Guerra y Marina, Coronel José Ignacio Zenteno, debió superar serias dificultades para completar el alistamiento de la Escuadra. A la escasez de dinero, se sumó las rivalidades entre los diferentes oficiales extranjeros, la necesidad de establecer reglas del servicio a bordo, señales, planes de batalla y otros asuntos afines.

Por otra parte, la captura de algunos de los transportes del disgregado convoy español, proporcionó diferente información sobre el desplazamiento de éste hacia el Pacífico, entre otras, los puntos de reunión y las señales que estaban empleando. Asimismo, dejó en evidencia el grado de desmoralización de las tropas después de la larga travesía.

El 09 de octubre de 1818, a las 09.00 horas, zarpó de Valparaíso la Primera Escuadra Nacional, integrada por el Navío “San Martín”, Fragata “Lautaro”, Corbeta “Chacabuco”, Bergantín “Araucano”; el bergantín “Pueyrredon” (ex “Aquila”), permaneció en la bahía de Valparaíso, por si ocurría cualquier emergencia y cubrir otras necesidades del puerto.

A las once de la mañana del 28 de octubre, dos grandes buques desconocidos pasaron frente a la boca chica que separa la isla de la Quiriquina del continente. La «María Isabel» izó bandera roja y disparó un cañonazo sin bala. Los navíos contestaron afirmando al tope la bandera inglesa.

Una hora más tarde, penetraron resueltamente en la bahía. El comandante Dionisio Capaz disparó cuatro cañonazos. Los buques desconocidos, por toda respuesta, izaron la bandera chilena en vez de la inglesa, y se dirigieron a todo trapo hacia la fragata, sin hacer fuego. La «María Isabel» disparó una andanada con todos sus cañones de babor, pero viendo que era inútil intentar una defensa por su posición y la desigualdad de las fuerzas, se fue a varar en los bajos de la isla de Rocuant, ubicada en la parte sur de la bahía de Concepción. El «San Martín» y la «Lautaro» rompieron un fuego vivísimo de fusilería, con el ánimo de rendir a la nave enemiga sin estropearla.

La marinería se arrojó al agua, dejando a la fragata defendida por 60 fusileros. Blanco destacó una columna de 50 marineros, al mando de los tenientes Bell y Crompton, los cuales se apoderaron del buque.

A fin de defenderlo de las tropas españolas que se acercaban desde tierra, los marinos chilenos trataban de zafarla del fango, con la ayuda de la alta marea. Blanco Encalada desembarcó unos 150 fusileros, pero arrollados por fuerzas muy superiores que vinieron de Concepción, se embarcaron con algunas pérdidas, entonces usando los cañones de la misma «María Isabel», cargados con metralla, tratarían de impedir que las numerosas fuerzas realistas recuperaran el buque.

El combate se renovó el día 29 siguiente. El «San Martín» recibió en su casco trece balazos de los cañones que Sánchez había traído de Concepción y que emplazó en el castillo de San Agustín y en la playa, sin perjuicios serios.

Al día siguiente, a las once de la mañana, cambió el viento, al mismo tiempo que subía la marea, y la María Isabel se zafó del cieno que la aprisionaba y comenzó a navegar, saludada por los vivas y los hurras de los chilenos.

Blanco Encalada tuvo 27 muertos y 22 heridos. A las tres de la tarde, los tres buques, ostentando la bandera chilena en los mástiles, hicieron a la plaza una salva de despedida de 21 cañonazos, y tomaron rumbo a la isla de Santa María.

Posteriormente Blanco Encalada se dispuso, entonces, a esperar a los transportes que, uno a uno fueron llegando a Talcahuano. De los once transportes que salieron de Cádiz, uno quedó en Tenerife por inútil, otro recaló en Buenos Aires, cuatro prosiguieron al Callao y cinco venían aún en camino.

Al regresar a la isla de Santa María, Blanco Encalada encontró en ella a la corbeta «Chacabuco», que se había separado en la noche del 16 y la destacó a custodiar la boca de la bahía de Talcahuano, por si los transportes pasaban directamente a este puerto. En el mismo punto, se le reunieron el “Galvarino” (noviembre 9) y el «Intrépido» (noviembre 12); la Escuadra Nacional, que sólo constaba de cuatro naves al salir de Valparaíso, ya había aumentado a siete.

En los días 11, 12 y 14 de noviembre, llegaron las fragatas «Dolores», «Magdalena» y «Elena», y engañadas por la bandera española que enarbolaba la «María Isabel», se colocaban a su costado. Los oficiales realistas, al anclar su buque junto a la capitana, se vistieron de parada para presentarse a sus superiores. Los soldados, las mujeres y los niños se asomaron felices por el término de su penoso viaje, más cuando descubrieron su error, el pánico se apoderó de ellos y estallaron en espantosos gritos, pues se les había hecho creer que los patriotas no daban cuartel a nadie. De 600 soldados y 36 oficiales que salieron de Cádiz, habían muerto en el trayecto 230 y venían 217 enfermos.

Utilizando las tripulaciones del «Galvarino» y del «Intrépido», Blanco Encalada completó la marinería de la «María Isabel», puso guarnición a los tres transportes y dio la vuelta a Valparaíso dejando a la «Chacabuco» con su dotación intacta, para que apresara a los dos que venían atrasados.

El 17 de noviembre entraba al puerto de Valparaíso, de donde saliera un mes y ocho días antes con cuatro buques, al frente de nueve naves. Cinco días más tarde, llegaba la «Chacabuco», convoyando a las fragatas “Jerezana» y «Carlota», que partieron de Cádiz con 240 hombres, y habían llegado a Santa María con 140. Blanco Encalada con estas acciones, ya había logrado totalmente su objetivo.
El gobierno chileno condecoró a los vencedores de esta acción con el derecho de usar un parche color verde mar con un tridente en su centro, orlado de palma y laurel, con esta leyenda: «Su primer ensayo dio a Chile el dominio del Pacífico».